– Doctor, discúlpeme pero yo ni loco les voy a permitir que me metan ese aparatito en el pecho.
– ¿No? ¿Y por qué?
– No lo tome a mal, pero es como si me quisieran poner una radio a transistores en el culo.
– ¡Ahh no! Pero esto es un marcapasos y el pecho no es el culo.
– Todo lo que usted quiera doctor pero yo no voy a andar por la vida llevando algo que no es mío.
– Ahí tiene razón don Luis, en eso tiene razón. Entonces si usted no quiere, no se hace.
– Ve, usted me entiende. Pero la doctorcita que me atendió antes se enojó muchísimo.
– No se enoje con ella. Es tan preciosa que yo nunca logro concentrarme en lo que dice.
– Jajajaj, ay doctor, ay doctor.
– Bueno don Luis, entonces no tenemos más que hablar. Ya nos veremos pronto, muy pronto…
– ¿Pronto? ¿Cuándo tengo que volver?
– No usted no va a venir. Soy yo el que va a ir a verlo, se lo prometo.
– ¿Sí? ¿Va a venir a mi casa?
– No, a su casa no, a la funeraria. Le prometo que voy a ir a saludarlo.
– ¿Ve doctor? Por eso me gusta hablar con usted. ¿Cuándo dijo que me podían operar?